Navidad en silencio
Esta navidad el ave volvió a guardar silencio y el jardín
sin luces añoraba tu risa. Fue una navidad como todas en la que el consumismo
abarrotaba las tiendas, las mesas colmadas de comida y los niños descalzos en
los semáforos luchando con la brisa. Una navidad como todas. Pero para esa ave,
el jardín sin brillo y el farol huérfano no fueron igual. Faltaba él, con su
alegría, su ánimo contagiante y sus ganas de vivir.
Las figuras del nacimiento que esperaron ansiosas en la caja
durante todo el año, conversaban en la oscuridad mientras en la acera se
escuchaban los villancicos, este año no habría navidad por lo menos para ellas,
pero no lo entendían. ¿Dónde está el hombre regordete que las desempolvaba con
tanta dedicación cada año?, que pasaba horas interminables acomodando las luces
hasta quedar perfectas, el que se sentaba frente al nacimiento en silencio y
soledad, solo para observar las inanimadas figuras, sumergido en pensamientos
que en ocasiones arrancaban suspiros y por que no, algunas lágrimas.
Tampoco llegó el lechón y su inconfundible olor con las doce
campanadas. La olla grande que compró para que la comida alcanzara para todo el
que llegara estaba sin oficio en la mesa empolvada del patio trasero. Definitivamente
este año en la humilde casa no habría navidad. El ave no canta…su risa no se
escucha. Los niños no corren en el pasillo, ya no suenan villancicos, el mundo
guardó silencio en esas paredes llenas de recuerdos, es esa casa sin vida.
Dos navidades inolvidables en mi vida, tres partidas… la de
tu vida, la de ella…y la del alma mía.