Hoy me regalaron un mango tin, no sé si aparezca de esa manera en los libros de botánica pero en mi tierra se llama mango tin.
Al sentir su sabor no pude evitar regresar en el tiempo cuando tenía siete años y estaba en la primaria.
Siempre iba a casa de un amigo que tenía un árbol de mango tin y nos sentábamos en el suelo a comernos uno a uno los frutos para después jugar de guerra con las semillas, manchando la ropa y las paredes.
Hoy por primera vez en muchos años añoro tener esa edad en la que mi madre me regañaba por el desastre ocasionado a la ropa pero podía verla sentirla, nadar en sus profundos ojos verdes y saber que estaba allí…para mí.
Hoy no tengo a mi madre a mi lado, y a mi amigo no lo he vuelto a ver desde hace ya casi diecisiete años.
Al pasar por frente a su antigua casa, el árbol sigue esperando los niños de ayer.
¿Por qué el tiempo nos cambia?
Si nos encontramos es probable que nos demos un estrechón de manos hablemos de la familia de lo mucho que hemos cambiado, de los que han muerto, de los que no vemos en años.
¿Por qué nos hacemos serios?
Si por dentro añoramos estar nuevamente jugando bajo aquel árbol.
Es imposible vivir el presente sin recordar el pasado si hasta una fruta nos quita algunos años.
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