viernes, 1 de mayo de 2015

Torpe Despedida

TORPE DESPEDIDA Cuando recorrimos juntos por primera vez los pasillos del Hospital del Niño compartíamos un sueño. Caminamos cada una de las salas, llenos de miedo, dudas, expectativas y sueños. Un grupo peculiar, con la inmadurez suficiente como para cometer errores. Ser etiquetados por nuestras virtudes y defectos; se asignaron estigmas que nos acompañarían nuestros próximos tres años y tal vez más tiempo. Nunca pensé que estos años cambiarían mi vida de una manera tan radical, superando a rastras las pruebas emocionales más duras de mi vida. Y el tiempo siguió su curso, entre risas y lágrimas, optimismo y decepciones, aciertos y errores. Solo restaba mirar hacia adelante, visualizando un futuro lleno de cambios positivos. Hoy veo la meta y sin embargo no me animo a cruzar, me he sentado en el piso a pensar que fue lo que pasó, que hicimos mal, en que fallamos tanto, a costa de qué pagamos precios tan altos. La persona que hoy escribe estas líneas no es la misma que esa mañana recorrió los pasillos, llena de sueños, dudas y miedo. La que se puso de pie en el auditorio para presentarse, mismo lugar donde después sería atesorados recuerdos agridulces entre aplausos, risas y ridículos. No quiero mirar atrás porque me duele, en ocasiones es mejor pasar la página y continuar. Llorar a solas y lavarme la cara en el baño como hemos hecho todos. Mirar la vida de frente, amarrarme las zapatillas y volver a empezar. Me asombro de cuánto hemos cambiado, de lo mucho que nos ha unido la adversidad y sé que suena tonto querer regresar el tiempo aunque me lacere el alma nadar entre recuerdos de un pasado que es difícil dejar atrás. Volvería a la tarde de mayo en que abracé a mi padre por última vez, pero no lo soltaría y le diría te amo tantas veces que solo yo entendería que ese adiós seria definitivo. Volvería al día de la obra de teatro en el que vestida de una ridícula abeja pude volar de verdad en un mundo de colores junto a un ángel que vestido de un pez de colores me enseño que en esta vida no se puede renunciar. Este ángel que no supimos distinguir hasta muy tarde, aguantó en silencio ante un mundo idiota que cuando te mira no ve el alma sino una raza, un color, un credo o una clase social. El ser humano es tan tonto que cree será eterno. Se siente con derecho de señalar y juzgar. Sin remordimiento lanza la estocada y luego es más fácil guardar el puñal. Ese pez de colores brillantes, nació en un mar de aguas transparentes, en un paraíso de palmeras y colores pero siempre quiso algo más. No se conformó y decidido crecer se lanzó al mundo con sus aguas turbias y sus maldades, donde las corrientes fuertes y peses mas grandes le hicieron pasar momentos duros, pero nunca se detuvo, unas veces con prisa y otras pausada por el cansancio pero siempre hacia adelante, luchando por llegar. En el camino se ganó corazones, gente que marcada nunca la podrá olvidar, aquellos que enjugamos sus lagrimas y escuchamos su risa, a los que ahora al recordarla nos es imposible no llorar. Ese día lo guardado de forma vivida en mi alma, ese pez que nadaba en ese estanque, su sonrisa sus movimientos ondulantes…le pido al cielo nunca poderla olvidar. Recordarla feliz como ese día y no reclamar a Dios ni pedir explicaciones de cosas que simplemente nadie me puede explicar. Hoy me tengo que acostumbrar a su ausencia, con la misma fortaleza inexistente que me ayudo tiempo atrás. Seguir su ejemplo y no detenerme aunque no me obedezcan mis cansados pies. No tengo palabras para describir lo que fuiste en vida Milzaneth Ríos, mi Mickey, y que eres y serás. No quiero que pienses que esto será fácil para esta alma que no aguanta un remiendo más. Solo pido a Dios seguir creyendo que existe un cielo, no perder esa ilusión de poder volver a ver a todos aquellos que se me han adelantado, partes de mi alma que no dejan de doler. Les pediré a mis padres que te cuiden, con el mismo amor que me cuidaron a mí. Que te hagan reír con sus chistes y de vez en cuando se acuerden de mi. Déjame grabar en mi alma Mickey tu mensaje de bienvenida de red social: Dios sabe por qué pasan las cosas. Te amo. Y tu foto feliz ante un cielo azul. Esta es una tonta despedida del hospital donde dejo retazos de lo que fui. Donde formé lo que seré, en el lugar donde vi que los ángeles existen en forma de amigos, maestros y pacientes hermosos que te recuerdan a cada instante la razón de estar aquí. No menciono nombres por temor a olvidar algunos. Pero gracias a todos los que estuvieron allí para consolarme, felicitarme, reír conmigo, corregirme, alar mi oreja en el momento oportuno, comprenderme, una nueva familia que recordare por siempre. El Hospital del niño José Renán Esquivel, cumbre de la enseñanza pediátrica en Panamá, donde un duro turno termina con un gran abrazo de unos pequeños brazos, olor a Menem y un besito tímido revitalizante. Una despedida de una amiga, un ser de luz que Dios nos prestó por un instante. Una gran persona un ser admirable. Un ejemplo de lucha, perseverancia y admiración. Hasta pronto Mickey. Hoy entiendo que el solo hecho de haberte conocido hace que todo valga la pena. Hoy amigos termina una etapa, viviremos nuestras propias historias. Trazaremos nuestro destino, pero ahora unidos para siempre, bendecidos con un ángel divino que nos cuida desde el cielo. Esta carta es un tonto adiós, un hasta siempre. Un final y un punto de partida. Una vida joven que se fue y otra que apenas empieza.

1 comentario:

Fairuz Fadlallah dijo...

Muy lindas las palabras Dra. Vidal pero en especial cuando te refieres a Milzaneth