miércoles, 3 de octubre de 2012

Adrenalina



Juro que de forma estoica trate de mantenerme. Aunque piensen que fui cobarde.
Es fácil juzgar si me ves en esta situación embarazosa pero serás mas objetivo si conoces el tras fondo de la circunstancias.
No es mí deber darte explicaciones, es evidente que  las preguntas que te haces en este momento debiste formularlas con anterioridad (porque los muertos no hablan) sin embargo, permíteme tratar de ser la primera que lo haga.
Todo inició hace aproximadamente tres meses.
El ser humano es un animal tan tonto que en vez de limitarse a dormir, comer y tener sexo como el resto de los animales busca la manera de complicarse la existencia para tener cosas que al final no llenan los vacíos existenciales, pero es nuestra naturaleza como seres irracionales. Lo bueno es que la mayoría de las veces logramos nuestro objetivo. Nos enredamos tanto la vida que cuando decidimos escapar es demasiado tarde.
Yo como ser humano no soy la excepción. Mi vida era tan apacible que resulto ser aburrida.
Me puse una soga al cuello que limitaba mi libertad. Pero continuaba con los pies en la tierra y necesitaba algo de emoción, digamos que es a lo que los humanos llaman "tener nuevas metas y objetivos". Fue entonces cuando amarré la soga y me subí en una silla.
Allí estaba yo, sobre una silla con la soga en el cuello. Es algo incómodo; pero tenía una vista fantástica. La brisa era agradable y finalmente me adapte, otro aspecto importante de la naturaleza humana. Nos enredamos la vida hasta asfixiarnos y luego nos acostumbrarnos a ser infelices. Es en ese momento en que aceptamos que estar jodidos no es tan malo si aun respiramos.
Apreté un poco en nudo. Pero pronto mi cerebro se acostumbró a la falta de oxígeno y sin él, pensar era menos necesario. A fin de cuentas seguía con vida y eso era bueno.
Fue entonces cuando tome la decisión de poner adrenalina a mi vida. Le quité una pata a la silla. Sin embargo, descubrí una cualidad en mi, tenía muy buen equilibrio. Así que quise llevarlo al máximo y le quité otra para a la silla. Fue allí donde empezaron los problemas.
Guardé el equilibrio. Resistía de forma valiente, hasta que fatigada pedía ayuda pero vi que a mi alrededor todos estaban igual. Solo que unos aun tenían la silla con sus patas, otros tenían solo la soga en el cuello y empecé a aconsejarlos. No me parecía buena idea que siguieran mis pasos, pero tenían un problema también eran seres humanos.
En vista que nadie me podía ayudar. Cual equilibrista circense resistí por años y fue entonces cuando sucedió, aunque tú hoy digas que me dejé vencer. ..te juro que solo…estornudé.

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