El capitán se aferraba a la débil embarcación en la que había puesto todas sus esperanzas.
El embravecido mar, azotaba con fuerza la madera mientras el viento aullaba como una jauría enfurecida.
Buscaba en el horizonte tras la gruesa cortina de lluvia la luz titilante que podría salvar su vida...en vano.
En faro que tantas veces le guió hasta la orilla lo había abandonado.
Decidió no seguir luchando. Se paro firme frente al timón que tanto amo. Mirando el horizonte sintió sus pies humedecerse el agua que lo deglutía, el mar digería su vida y el trataba de tomárselo trago a trago.
Cuando el capitán y su barco desaparecieron en el mar infinito. La lluvia cesó. El mar satisfecho decidió descansar. El faro a lo lejos regalo su luz a otros marinos.
Así desapareció un gran amor, como muchos. Aferrados a luces tan distantes que en ocasiones son tan imperceptibles que destruyen el navio en medio del fiero mar.
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