domingo, 11 de septiembre de 2011

Calles del silencio

Caminare por la calle empedrada, el viejo caserón me da la despedida, ya la los platos de la cena están lavados, con ellos los deberes de hoy se han cumplido. Caminaré por estas calles estrechas con el rocío de la noche humedeciendo mi cara mientras el fulgor del sol nos dio su despedida y la noche nos cubre precavida.
 Los faroles regalan su luz tenue, el viento despeina mis cabellos, lágrimas me corren por el pecho que con el vaivén de la brisa queda al descubierto.
Caminaré con la mirada fija, con la mente penetrada en un recuerdo mantendré en mis labios una sonrisa aunque mi alma muera sin remedio.
El arco que cruza la calle que con su inmenso reloj nos regala el tiempo, tiempo que pasa sin tregua, que a medida que avanza va absorbiendo los suspiros, las canciones las risas y los sueños.
Es dura la vida si en el fondo ignoramos, cuáles errores son los que siempre cometemos y por una maldición paso tras paso las mismas fallas van causando que lo que más amamos lo vamos perdiendo.
Sigo avanzando cruzando las callejuelas los balcones vacíos los jardines desiertos, la gente reposa cansada del trabajo los niños descansan en el calor del hogar. Las risas se guardan para salir con el alba, las lágrimas se evaporan y el alma se dispone a descansar.
El destino es algún parque donde mi cuerpo hecho trizas pueda descansar, viajar con mi mente hacia alguna parte ya que mi organismo no quiere continuar.
Miro al cielo y las estrellas titilan como testigos mudos de todo mi sufrimiento.
 El dolor más grande es el que se sufre en soledad, sin alguien que te apoye y te inspire seguir viviendo.
Allá a lo lejos esta Orión con su imponente postura gallarda en la distancia en su cintura un grupo de galaxias, su espada en su funda que amenaza al paso del tiempo que lo trae hasta aquí, el Orión que vemos ya es el pasado el brillo extinto de lo que fue... el gobierno de un cielo que no le pertenece librando batallas que nadie merece y siendo admirado de lejos sin siquiera saberlo porque las nubes y el espacio infinito se suelen llevar, palabras de aliento caricias y sueños que algunas personas prefieren callar. Y así será que aun cuando muera, su luz llegará a nuestra vida y el Orión que yace muerto nos dará divinidad, solo…aunque tenga muchas personas que de lejos lo admiran pero el problema es que no lo intentan alcanzar. Jamás supo que vivió después de muerto, jamás supo que miradas y suspiros pudo arrancar, con su brillo el tiempo se llevó el recuerdo y solo en los libros logrará ser inmortal.
La cruz del sur me muestra que mi cuerpo no sabe en qué parte del mundo se ha puesto a descansar, no sé donde estoy en el planeta soy tan insignificante en tanta inmensidad.
La luna esplendorosa como una sonrisa se asoma entre las nubes que la nublan al pasar, la luz se cuela tímida entre las ramas, que se mesen por la brisa, reina el silencio en esta fría noche lo que facilita a mi cuerpo pensar para escapar.
Siento que estar sola puede ser bueno, mi mente me indica que me equivoco pues le temo a la soledad es como un cáncer que carcome mis huesos, un dolor que quema y no me deja respirar.
Le temo a no tener nadie que mis caricias le devuelvan la vida, temo ver el tiempo pasar, temo morir sin sentir caricias en mi lecho de muerte, temo a no escuchar “te quiero” y que sea de verdad.
Las luciérnagas danzan en las flores, como perlas brillan en el jardín, mi cerebro indica que ha llegado el momento de regresar a la tierra y deje atrás la inmensidad del firmamento que hasta los luceros necesitan dormir.
Camino por las mismas calles, paso por el arco del reloj y por el farol de luz tenue, los jardines solitarios los balcones y a lo lejos el viejo caserón que me espera con su luz distante, testigo inseparable.
Coloco la llave en el cerrojo quito la tranca que guardó mi bienestar, las cosas materiales descansan en sus sitios, y el silencio que taladra y que no quieres escuchar.
Debo dormir para que el sol me despierte, para un nuevo día comenzar, viviré mis afanes y cuando la noche llegue vagaré como siempre, por la calle de piedra, por el farol y el gran reloj, reposaré viendo estrellas en algún parque, así pasara el tiempo hasta que distante brille como Orión. 

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