jueves, 22 de septiembre de 2011

El Timbalero


Siempre andaba en royos y es natural que si eres mujer… te quieres sentir bella, después de todo “no hay mujeres feas sino mal arregladas” pero ese no será su caso porque si bien en el arreglo personal no se escatimaba en gustos tampoco se hacían extrañar los detalles.
 El exagerar en colores y decoraciones la hacía lucir extravagante pero ¡qué más da! si el objetivo es llamar la atención…con captar algunas miradas ya se había cumplido. Ahora el detalle esta en que algunas miradas eran seguidas de una carcajada, otras de un saludo y las otras muchas de comentarios poco amistosos.
Cuando el auto estima es tu aliada esas cosas no importan demasiado y el hecho de merecer una mirada de cuerpo completo o de médico como ellas las llamaba (de esas que te examinan de pies a cabeza) ya la hacía sentir la mujer más feliz y satisfecha.
 Las horas de tirones de cabello, mascarillas de aguacate, depilaciones dolorosas, pedicura y manicura, mas el esfuerzo en el maquillaje habían valido la pena. Ni hablar del gasto en accesorios, ropa y zapatos a tono con la moda.
En las noches de luna le gusta bailar pero el problema es ¿con quién? Son pocos a los que les gustan las mujeres “maduras” aunque es por todos bien sabido que: “Gallina vieja da buen caldo”.
Hace aproximadamente tres meses que no encuentra buenas ofertas y aunque en su juventud se caracterizó por ser muy agraciada ya los años se le vinieron encima y la piel parece pergamino, los dientes ya son postizos y el cabello es negro, gracias a un tinte barato.
El maquillaje ya no luche como antes. La búsqueda de perfección la lleva en ocasiones a usar de más. El exceso de base deja una fea máscara que contrasta con su ropa de lentejuelas y sus zapatos altos.
Cuando llegó el momento del baile sacó su mejor ropa. Se quitó los royos. Puso las capas de repello que creyó necesarias en el rostro.
Con un perfume de dos dólares y la plata justa se lanzó nuevamente a la aventura con la esperanza de ligar algún pretendiente.
Si es soltero más me toca pero a esta edad no es para que nos pongamos exigentes.
Cuando  lo vea le diré que enviudé muy joven y me dediqué a mis hijos que ya se casaron pero aun no tengo nietos (los nietos me harán sentir vieja y menos codiciada).
Después le diré que nos debemos conocer más antes de ir a la cama…aunque ¡que diablo!…capaz  que lo corro si me hago  la dura ¡y con esta sequía!…mejor si me lo pide primero me hago la difícil pero si me insiste nos vamos y por lo menos sabré que todavía soy atractiva.
Ahora cuando llego al baile buscaré una mesa…no mejor no si me ven en una mesa pensarán que estoy esperando a alguien. Mejor me siento en una silla que pueda poner en un lugar con acceso a los hombres.
El problema es la competencia, ¡hay tanta mujer zorra en estos tiempos! Que no me asustan por lo zorras ¡si yo traigo lo mío! el problema son los años que les llevo adelante…y las libras de más.
Los tacones chocaban contra el suelo hasta que después de unos minutos se podía escuchar la música.
El baile estaba en todo su apogeo.
Pagó su entrada confiada en que sería la última vez que la tendría que  pagar.
No aceptaría bajo ninguna circunstancia abandonar la fiesta sin antes ligar un hombre de verdad y si tenía plata sería mejor.
Lo primero que hizo fue halar una silla se sentó al lado de la tarima de los músicos.
La gente bailaba alegre y ella miraba entre la gente quien podría ser su futuro galán.
Mujeres mucho más feas y tienen un hombre ¿por qué no lo voy a tener yo?...
Pasaron las horas. Ni un pretendiente.
Ya casi se terminaba el baile ya mucha gente se había ido. La pobre mujer estaba desconsolada abrazada a su botella de ron. Pero cuando terminó la pieza el timbalero del conjunto bajó de la tarima.
La mujer ya sin esperanzas lo vio acercarse.
Le preguntó si esperaba a alguien, que la había estado viendo desde que llegó pero que no se había atrevido a hablarle.
Así inició una relación primero de baile en baile, luego de hotel en hotel.
La viuda ya no pagó las entradas y hasta pudo disminuir un poco del plastogón y ser ella.
Logró su cometido.
 Ya tenía un hombre, un timbalero más limpio que cocina de rico. No era lo que tenía en planes pero no dejaba de ser bueno.
En la mañana despertó pero el timbalero ya no estaba. El muy sin vergüenza.
Vio la botella de ron esperando en la mesa. Tomó un trago y se sentó frente al espejo…hay mujer…tenemos que empezar, de cero.

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