Los muros del bar son de bloques, la pintura deteriorada con afiches de mujeres semidesnudas tomando licor.
El piso de cemento rústico está cubierto de escupitajos, tapas de botella y de sudor. Pero para Marta una cantina en la frontera representa una oportunidad alentadora.
A medida que las bebidas alcohólicas fuertes y baratas queman su garganta, el pudor y la conciencia se van de paseo. Ambas regresan al día siguiente acompañadas de algunas lágrimas.
Mientras el pudor y la conciencia están ausentes se puede “lucrar” aunque el cerebro suela despertarte con sus latidos el día siguiente.
Marta acuna su rostro con la almohada tratando de no sentir.
La voz de su madre, en su martillar constante, le recuerda que lo que hace es imperdonable. Murió hace ya dos años, pero la enterraron debajo de su cama y escucha su voz mientras es acariciada, siente sus regaños cuando la penetran y luego sus lágrimas hasta la mañana.
Esto se repite, día tras día.
Imagina un hombre de dinero que cruza la frontera y por desconocimiento o por sed, entra en el mugroso bar. La mira y se enamora de ella. La saca de ese lugar apestoso, con el colchón desgastado y sabanas roídas, viciado de sexo y sudor. Cura su piel marchita de ser manoseada y le da una razón para sentirse mujer.
Su madre nunca está muy lejos, hoy está detrás de la cortina. Más tarde respirando tras su oreja. Sentada en la barra o en la mesa de al lado. Siempre con esa mirada lastimera y el seño fruncido.
Viéndola esperar el príncipe azul que nunca llega.
Su cuerpo subastado, se deforma con los años. La fetidez penetra en su carne y se impregna en sus huesos. Aunque se baña en perfume no logra disfrazarlo, está en cada respiro, llena sus pulmones y se queda cuando exhala.
La inmundicia permanece en su piel aunque insiste en lavarla y el asco la irrumpe cuando se mira en el espejo.
Es exactamente lo que no soñó. Una mezcla de nicotina, lágrimas y perfume barato.
Las manchas en el colchón de esperma malgastado.
La cantina de paredes desteñidas, piso nauseabundo…no fue lo que esperabas. Nunca has cruzado la frontera y tu príncipe no entra a salvarte de tu torre embrujada.
Seguirás libando con tus medias de nylon y la boca pintada.
Buscarás un amante que te de lo que la vida no pudo darte. Seguirás vacía anhelando la visa. Seguirás extrañando…lo que dejas en la cama.
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