Esta es la historia de algo que a nadie le ha pasado, esta es la historia de un día en que los astros se alinearon y las cosas resultaron simplemente...mal.
En la mañana el sol no quiso dar sus destellos y la ropa empapada por la lluvia amenazaba con asfixiar los poros. Los zapatos enlodados resbalaban por las aceras y los paraguas se invertían por la incesante e intensa brisa, nada podía ser peor. En las calles los carros no avanzaban a causa de la escasa visibilidad, los pitos de los trabajadores responsables que ansiaban llegar a sus trabajos ensordecían al combinarse con los gritos e insultos que se propinaban los buceros contra el resto de conductores y viceversa.
Allí estaba yo, con mi saco empapado, los zapatos enlodados llegando tarde al trabajo. El ascensor no funcionaba por falta de energía eléctrica ya que la fuerte tormenta había derribado algunos troncos sobre las cuerdas de energía.
Después de subir los cinco pisos del edificio de oficinas dispuesto a sacar el presupuesto con los archivos a falta de computadora recibe una llamada del jefe quien con una cara de seriedad y supuesta preocupación, máscara sarcástica de risa y poder, decide poner en mi mano una carta que al leerla descubrí que era mi despido. Con un nudo en la garganta vi el mundo moverse en cámara lenta sin sonido, solo movimientos lentos de todo a mí alrededor como si el mundo en su afán de alargar el tiempo quisiera guardar esa escena de mi vida como la de una película dramática norte americana.
Llegue a mi oficina, a la que era mi oficina, tomé algunas cosas las eché en mi aún húmedo maletín. No dije palabras, solo contuve mis emociones y en medio de un sabor a lágrimas en mi garganta y un palpitar enérgico e incesante de mi corazón decidí partir sin mirar atrás sin despedidas, sin lamentos.
Baje grada a grada la escalera piso a piso hasta llegar al lobby. La lluvia se veía amenazante a través de las puertas de cristal. Salí como zambulléndome en una gran piscina de agua vertical que se confundía al aportarle mis gotas de agua salada.
Camino a casa mi mente buscaba explicaciones, para decirle a mi esposa lo que había pasado. Sé que es cuestión de tiempo encontrar otro trabajo mientras tanto debemos administrar los ahorros y tratar de disminuir algunos gastos innecesarios como las idas al cine o a comer fuera los fines de semana.
Llegué a la casa muy temprano, sé que fue mi error y no el suyo. Ya que la cita que ella había programado estaba sujeta a mi horario. La cara del tipo… ¡aún la recuerdo! Una máscara mezcla de terror con un ¡nos pillaron!
Aunque ya no fui yo el que tuve que dar explicaciones. Pensé que eso me ahorraría más gastos de lo esperado.
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